Por varios motivos, siempre es una alegría y una satisfacción el poder saber que Steven Spielberg estrena una película. Esto siginifica que el buen cine no va a morir nunca y tampoco que sea vacío de contenidos. Así, con ese espíritu ilusionado, me senté en la confortable butaca del cine para, una vez más, dejarme transportar por la magia de Spielberg.
“Los archivos del Pentágono”, título español muy lejano a “The Post”, narra los acontecimientos ocurridos en Washington en 1971 cuando el director del periódico The Washington Post, Ben Bradlee, y la dueña editora del periódico Katherine Graham descubren una filtración de documentos clasificados y escritos por el Secretario de Defensa Robert McNamara durante el mandato de John F. Kennedy, y posteriormente con el Lyndon B. Johnson, que demostraban la mentira y manipulación de la información a los ciudadanos americanos sobre la Guerra del Vietnam desde 1965. Mentira que continuó durante la presidencia de Richard Nixon y que tuvo su primera repercusión con la primera publicación en el The New York Times y que, más adelante, continuó el The Washington Post provocando la dura reacción de Nixon y de los tribunales. Fue una dura batalla y un gran escándalo sin precedentes entre la prensa escrita y un Gobierno de los Estado Unidos.
Spielberg es un gran virtuoso de la narración cinematográfica y nos deleita con esta fenomenal película realizada en un tiempo record para lo que vienen siendo sus trabajos en el cine. Alrededor de 6 meses fue el tiempo que empleó en rodarla y montarla para su final proyección en las salas. Nos ha llegado antes de otra que rodó primero titulada “Ready Player One” que podremos ver en nuestro cines el mes de Marzo de este año. Aun así no adolece de ninguna carencia ni defrauda en ningún aspecto porque las intenciones de este maestro director de cine quedan bien plasmadas en su narrativa, sus imágenes, sonido, música y movimientos.
En lo que viene siendo un campo bien dominado por Spielberg, la ambientación en otras épocas, The Post logra esa credibilidad indispensable para que con la estética adecuada el espectador no le quepa duda del momento en el que se va a sumergir. Decorados por un lado y un diseño de vestuario y estilismos por la prestigiosa Ann Roth nos hacen posible esa estética. No olvidemos que a lo largo de su larga carrera, Steven Spielberg, se ha rodeado de un equipo sobresaliente y bien reconocido con premios; me estoy refiriendo a Michael Kahn (Editor de Montaje – Oscar con Shindler´s List) , Janusz Kaminski (Cinematografía o Director de Fotografía – Oscar con Shindler´s List) y el maestro John Williams (Compositor de innumerables bandas sonoras y tantas veces premiado con varios Oscars en su haber, menos de los que se merecería).
John Williams compone una banda sonora propiamente incidental para dar ambientar cada momento de la película. No es una partitura con momentos intensos ni con melodías definidas a modo de temas sino todo lo contrario. Nos recuerda mucho a su estilo típico narrativo y se nos queda corta en recursos musicales o golpes de efecto pero, sin duda, es una partitura que se ajusta como un guante a las necesidades de la película y, sobre todo, a las intenciones del director.
La esencia Spielberg llena la pantalla con todo su potencial. La imagen, el sonido y el movimiento de cámara definen el ritmo de la historia. Su estilo narrativo nos recuerda a los grandes directores que admira y que admiramos todos como John Ford, David Lean o Victor Fleming. Las presentaciones de personajes, sus acciones, miradas y los planos secuencias realzan la calidad de sus películas y de sus actores. Muchas de sus escenas son en plano largo viéndose a los actores conversar de forma natural a modo de teatro y eso imprime más realimo a la historia y a la secuencia en si. Acciones y reacciones. Entorno y conjunto. Dosifica en su justa medida el plano-contraplano para fijar detalles o remarcar aspectos más trascendentales de las conversaciones y de la trama.
La explicación de este estilo de narrativa cinematográfica requiere un apartado especial en este blog que ya incluiré más adelante pero hay algo de lo que sí podemos afirmar ahora y es que sólo funciona bien con grandes actores de la interpretación. Escenas teatrales donde se aprecian los recursos dramáticos enriquezcen la película. Aquí gozamos de un elenco de actores muy bueno y encabezado por dos de ellos que llevan todo el peso de la película que son Maryl Streep y Tom Hanks interpretando a Katherine Graham y Ben Bradlee respectivamente. El resto del reparto francamente excelente por muy nimia que sea su intervención.
El talento de Maryl Streep nos lleva una vez más a poder disfrutar de otra gran interpretación digna de ser candidata a otro premio Oscar por vigésimo primera vez (¡!). Es extraordinaria esta actriz capaz de ser tan versátil y de poder interpretar cualquier personaje por complicado que este sea. Hace grande cualquier interpretación, desde la comedia más simplona (“No es tan fácil”– 2009) hasta papeles como en el de esta película u otras como “La Dama de Hierro” de 2011. Por otra parte tenemos a Tom Hanks que sigue siendo uno de los mejores actores que ha dado el cine desde los años 80. En este caso me atrevería a decir que me esperaba un duelo interpretativo de altura de estos dos “actorazos” pero me temo que es menos destacable la interpretación de Tom Hanks. Primeramente porque ella es la dueña del periódico y además siendo mujer en un mundo agresivo de hombres donde a la más mínima debilidad puede ser aprovechada por las múltiples fauces masculinas que le rodean. En cambio, Ben Bradlee es el director editorial del periódico que ya ejerce su autoridad y es bien sabido su estilo y mando. Fumador empedernido, déspota que le permite poner los pies en las mesas por muy altas que éstas sean. Aquí, Tom Hanks, lo ha tenido complicado porque, en mi opinión, se ha quedado corto y además contaban con una gran desventaja y es la comparación.
En 1976 se realizó otra película de corte muy similar en temática, personajes e historia llamada “Todos los Hombres del Presidente” cuyo comentario merece otro post en mi blog. Allí, el actor Jason Robards interpretó a Ben Bradlee de manera magistral consiguiendo un Oscar como mejor Actor de Reparto. Tom Hanks decepciona un poco con su interpretación que era muy difícil o, mejor dicho, se esperaba más de él y de ese personaje tan rico en matices, gestos y diálogos. No es muy convincente en la manera de fumar, no es agresivo dirigiendo al resto del equipo del periódico ni incluso poniendo los pies en las mesas. De todas formas, ni mucho menos desmerece su interpretación o el resultado final de la película.
A continuación mencionaré un par de detalles de la película que me gustaría resaltar y que, a mi juicio, merecen la pena detenerse un poco:
En una sala donde se van a copias los documentos secretos, aparecen varios posters de películas de aquella época. El plano secuencia comienza con una imagen casi fija del poster de “Butch Cassidy and the Sundance Kid” (Dos hombres y un destino) protagonizada por Robert Redford y Paul Newman. El guionista y el actor de esa película, William Goldman y Robert Redford, son el guionista y productor de otra película muy en conexión con The Post, “All the Presindent´s Men” (Todos los Hombres del Presidente). Como ya sabéis esta película narra los siguientes acontecimientos del escándalo del Caso Watergate que fue el remate final de la Administración Nixon acabando con su dimisión y la de todo su gobierno.
Una pieza importante de la narración de la película es el MacGuffin. Como ya sabéis este término designa en cine, como bien describió y usó el Maestro Alfred Hitchcock, el objeto, interés o concepto por el que los actores se mueven en la película y que el espectador desconoce porque no es importante para ellos pero sí para los personajes. En este caso, el contenido de los propios papeles del Pentágono. En ningún momento se desvela lo que contienen o si son ciertos o no pero en torno a ellos gira y se desarrolla la trama de la película. Es un buen ejemplo de MacGuffin y, de hecho, es tan vibrante la historia que en ningún momento se echa en falta nada de ellos.
Hitchcock explicaba el término con esta historia: Dos pasajeros que comparten departamento en un tren conversan. Uno le pregunta al otro: “Perdone que le moleste mi indiscreción pero qué es ese objeto tan voluminoso que lleva en el compartimento de arriba”. El otro pasajero le responde: “Es una arma para cazar los elefantes de Alemania”. A lo que el otro le replica: “…pero señor… No hay elefantes en Alemania” y el otro termina: “Ah! Pues entonces es el MacGuffin”
Al hilo de estos papeles secretos, hasta que éstos no son bien presentados al espectador son manejados muy sutilmente en pantalla por Spielberg. Siempre desde un plan posterior y en manos de alguien. El punto de vista del espectador está siempre a la altura de las manos como a un metro del suelo; como queriéndonos decir que los personajes se traen algo misterioroso entre manos. Somos testigos indiscretos de lo manejan al igual que el espectador seguía el maletín de Marnie La Ladrona en la estación de tren después de haber cometido el robo. Los objetos son muy importantes en la cinematografía de Spielberg y con frecuencia los utiliza para presentación de personajes. Los objetos van siempre ligados a historias o personajes y este apartado es merecedor de otra sección especial en este blog.
No quiero extenderme más e ir cerrado este comentario con una encarecida recomendación para disfrutar del buen cine de entretenimiento que, no por ello, dejar de tener un mensaje claro en defensa de los valores y ética del buen periodismo. Tampoco podemos olvidar el importantísimo papel que la mujer empieza a desempeñar en aquella sociedad tan machista donde era ignorada y apartada de importantes decisiones.
Está nominada a dos premios Oscar, mejor película y mejor interpretación femenina en un papel protagonista a Maryl Streep. Con casi toda seguridad que no se lleve ninguno de los dos pero de eso Spielberg ya sabe mucho….